PAREJAS ENAMORADAS
ana y chema. en el parque de oromana.
Ana y Chema llegaron al Parque de Oromana en Alcalá de Guadaíra con esa chispa inconfundible que comparten las almas que se encuentran, no solo en el amor, sino en la vida. Había algo en ellos, en sus gestos, en la forma en la que se miraban, que transmitía una seguridad nacida del tiempo y de la complicidad. Ese tipo de confianza que, si bien parece silenciosa, cuenta una historia mucho más profunda de lo que las palabras jamás podrían explicar. El Parque de Oromana, con su vegetación frondosa, sus rincones íntimos y su luz cálida, fue el escenario perfecto para retratar este amor tan especial.
El parque, situado en Alcalá de Guadaíra, Sevilla, es un lugar mágico, cargado de historia, naturaleza y esa belleza natural que parece estar esperando ser descubierta en cada esquina. Los árboles centenarios, las sombras que proyectan sus ramas y el sonido suave del agua fluyendo por el río completan un paisaje que invita a detener el tiempo. En este escenario privilegiado, se desenvuelve la sesión fotográfica de Ana y Chema. No necesitábamos buscar más, Oromana ofrecía, como pocas veces lo hace la naturaleza, la oportunidad perfecta para capturar ese algo intangible entre ellos.
A lo largo del paseo por el parque, pude observar cómo Ana y Chema se conectaban de maneras que solo aquellos que han compartido una vida de momentos, tanto grandes como pequeños, pueden hacer. Su relación es una mezcla de pequeños detalles, como cuando ella le arregla el cuello de la camisa con esa dulzura que solo se ve entre personas que cuidan profundamente el uno del otro. O cuando él, al percatarse de una leve brisa, la envuelve en un abrazo, no tanto para resguardarla del frío, sino más bien porque es donde ella parece encajar perfectamente.
El Parque de Oromana: Un escenario perfecto para el amor
El Parque de Oromana es uno de esos lugares que parecen sacados de un cuento. A medida que paseamos por sus senderos, las imágenes de Ana y Chema comenzaron a formarse casi por sí mismas. La luz filtrada a través de los árboles, el reflejo suave del río, todo contribuía a crear un ambiente en el que la serenidad y el amor podían capturarse en cada disparo de la cámara.
El parque es, en sí mismo, un refugio natural dentro de la bulliciosa vida de Sevilla. Sus caminos serpenteantes y sus espacios abiertos brindan ese aire de libertad que es esencial para que una pareja se sienta cómoda frente a la cámara. En un rincón del parque, nos encontramos con una antigua estructura de piedra, cubierta de musgo, que parecía haber estado esperando pacientemente a Ana y Chema. Allí, con el verde de la naturaleza abrazándolos, ellos se mostraron tal como son, sin máscaras ni artificios.
Es en estos lugares donde la fotografía toma un significado especial. Porque no se trata solo de hacer clic en el momento adecuado, sino de entender lo que ese lugar representa para la pareja, lo que el paisaje puede ofrecer para reflejar su historia. Las fotografías de Ana y Chema en Oromana no son solo imágenes de dos personas en un parque, son el reflejo de una historia compartida, de un lugar que ahora también guarda una parte de su amor.
El amor a través de la lente
El amor de Ana y Chema es profundo y sincero, el tipo de amor que no necesita ser demostrado con grandes gestos. Se siente en lo sutil, en lo cotidiano. Mientras caminábamos entre los pinos y eucaliptos, la forma en la que se reían juntos, el modo en que se miraban cuando pensaban que nadie más estaba prestando atención, todo ello hablaba de un cariño que ha crecido con los años. Es precisamente este tipo de amor el que merece ser capturado en una fotografía.
Porque al final, la fotografía es mucho más que una simple imagen. Es un legado. Es la forma en la que, dentro de diez, veinte o cincuenta años, Ana y Chema podrán volver a este momento. Cuando la memoria comience a desdibujar los detalles, las fotografías estarán ahí para recordarles no solo cómo eran, sino cómo se sentían el uno con el otro. Las sonrisas que compartieron, los abrazos robados, las palabras no dichas pero entendidas.
En este sentido, mi trabajo como fotógrafo de bodas en Sevilla no se trata solo de crear imágenes bonitas, sino de preservar momentos que, de otro modo, el tiempo podría borrar. Cada pareja tiene su historia, su propio lenguaje de miradas, gestos y caricias, y mi tarea es inmortalizarlo de manera que siempre puedan revivirlo. Ana y Chema son solo un ejemplo de cómo la fotografía puede convertirse en un puente hacia el pasado, un recordatorio tangible de la conexión que comparten.
Preparación para la sesión
Antes de comenzar la sesión, hablé con Ana y Chema sobre lo que querían de las fotos. No solo se trataba de tener imágenes para colgar en las paredes de su hogar, sino de capturar su historia. Quería que sus personalidades se reflejaran en cada fotografía, que el resultado fuera tan auténtico como su relación. Y para eso, la confianza y la comodidad son clave.
Durante la sesión, les pedí que olvidaran que había una cámara presente. Les sugerí que simplemente caminaran, conversaran y se rieran como lo harían si estuvieran solos. En el Parque de Oromana, rodeados por el susurro de los árboles y el murmullo del río, Ana y Chema se relajaron y se mostraron tal como son: dos personas que se aman profundamente y que encuentran en la compañía del otro su refugio.
Este es un aspecto fundamental en mi trabajo como fotógrafo. No se trata solo de encontrar la luz adecuada o el ángulo perfecto, sino de crear un ambiente donde la pareja pueda ser ella misma. Es en esos momentos de autenticidad donde se encuentran las mejores imágenes, las que realmente cuentan una historia.
Preparación para la sesión
Cuando hablamos de fotografía, a menudo pensamos en lo estético, en lo visual. Pero en realidad, la fotografía tiene un poder mucho mayor. En sesiones como la de Ana y Chema, lo que estoy haciendo es capturar recuerdos, crear una especie de máquina del tiempo que les permitirá, en el futuro, volver a estos momentos.
En una relación, el tiempo puede pasar tan rápido que a veces olvidamos detenernos y apreciar los pequeños instantes. Las fotos son una forma de congelar esos momentos, de guardarlos para siempre. Dentro de unos años, Ana y Chema mirarán estas imágenes y recordarán no solo lo que hicieron ese día en el Parque de Oromana, sino lo que sentían el uno por el otro. Recordarán cómo, en medio de la naturaleza, se tomaron de la mano, se miraron a los ojos y supieron que estaban en el lugar correcto, con la persona correcta.
Al final del día, Ana y Chema no solo se llevaron unas fotos bonitas. Se llevaron un recuerdo que, con el tiempo, solo se volverá más valioso. Porque si algo he aprendido como fotógrafo de bodas en Sevilla, es que las fotos son mucho más que una simple imagen en papel o en pantalla. Son un tesoro, una forma de detener el tiempo, de guardar para siempre los momentos que hacen que la vida valga la pena.
La sesión en el Parque de Oromana fue un éxito no solo porque las fotos quedaron bien, sino porque reflejaron la verdad de Ana y Chema: su amor, su confianza, su historia. Y eso, al final, es lo que realmente importa.